La parábola final de las siete que introducen el significado del reino de los cielos, y que se dan en el capítulo XIII de Mateo, es aquella acerca de la red lanzada y que cogió peces de todas clases y los ángeles separaron los buenos y los malos. Cristo pregunta luego a sus discípulos si han comprendido todo cuanto les ha enseñado en estas siete parábolas acerca del reino de los cielos y de su relación al hombre en la Tierra. Para sorpresa nuestra, los discípulos dicen que sí, que han comprendido.
Cristo les dice inmediatamente después de haber ellos contestado de modo afirmativo: "Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas." (Mat. XIII, 52.) Con estas palabras Cristo les demuestra que ellos no comprenden.
Toda la idea del reino, tal como la enseñó Cristo en estas siete parábolas, les era completamente nueva. ¿Cómo podían comprenderla? Todo estaba colocado a un nivel superior de entendimiento. No se trataba de un reino terrenal, externo, literal, no se trataba de un reino de este mundo. El reino de los cielos estaba dentro de ellos.
Cristo les dice inmediatamente después de haber ellos contestado de modo afirmativo: "Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas." (Mat. XIII, 52.) Con estas palabras Cristo les demuestra que ellos no comprenden.
Toda la idea del reino, tal como la enseñó Cristo en estas siete parábolas, les era completamente nueva. ¿Cómo podían comprenderla? Todo estaba colocado a un nivel superior de entendimiento. No se trataba de un reino terrenal, externo, literal, no se trataba de un reino de este mundo. El reino de los cielos estaba dentro de ellos.
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